Recojo el reto de Conchi Martínez en su último post de compartir, como ella, el Encuentro con Tim Guénard y su mujer este pasado fin de semana en Valencia. Pero para no repetirme con Conchi me voy a centrar en la intervención de Tim no el viernes sino el sábado en la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia.
Y dentro de éste me voy a centrar en aquello que yo llamo idea sugerente e indeleble. A diferencia del viernes que tengo 6 ó 7 folios de anotaciones el sábado decidí escuchar. Y escuché. Y muchas cosas me gustaron pero básicamente una es la que me sorprendió y no necesitaré nunca apuntármela para recordarla.
Pero antes tengo que dar dos pinceladas del contexto del Encuentro.
La Sala Magna estaba llena y sobre todo estaba llena de gente muy joven. También me consta que bastantes de esos jóvenes tenían historias difíciles.
Y la metodología del encuentro fue sencilla. Se dio por hecho que todo el mundo conocía la historia de Tim (cosa que quizá no fue lo más acertado) y directamente el moderador y traductor (Gabriel Gerez) le formuló dos o tres preguntas que dieron para probablemente hora y media de intervención de Tim. Después 4 ó 5 personas pudieron preguntarle también.
Si hubo un tema estrella fue el del perdón. Fue la primera pregunta: ¿Cómo has podido perdonar a tus padres tras lo que te hicieron pasar? Y la pregunta rebotó en otras personas que habían pasado por lo mismo.
Sé que a Iñigo y Sagra (de www.dandovueltas.es) y a la gente de ADDIMA les gustará saber que Tim se refirió a la importancia de la mirada de los otros. Pues bien. Para mí ha dejado de ser una metáfora.
Porque una de las personas que le pidió que insistiera en el tema del perdón, ya que ella se había sentido completamente rechazada por su madre, estaba sentada delante de mí. Y mientras intentaba secarse las lágrimas, pude ver la mirada de Tim hacia ella. Una mirada que expresaba ternura, sencillez y respeto. Si tuviera que resumir su respuesta sería algo así como (no son palabras textuales pero creo que recogen el espíritu de las suyas) “No tengo respuesta para tus sufrimientos. No hay varita mágica. Pero aquí estoy. Y seguiré pensando en ti y espero (tengo esperanza) que algún día nos volvamos a encontrar y me cuentes que te has topado con gente buena que te ha ayudado a perdonar, a soltar lastre, y a seguir adelante».
Algo que yo, desde el extremo opuesto a la sencillez de Tim, un día describí como “reconocimiento del dolor + acompañamiento + nada más (y nada menos)”. Sólo que en su caso, encarnado y, en mi caso, sólo elaborado intelectualmente.
Pero una vez acogido el dolor del otro y el suyo propio (“De pequeño yo imaginaba que mi padre cambiaba. Que alguien lo metía en una lavadora lo limpiaba, lo centrifugaba y al abrir yo ya tenía un buen padre… Pero llegó un momento que la imaginación ya no servía para sobrevivir) Tim se abre al mundo de las posibilidades y se niega a quedarse en el de los determinismos. Lo pasado, ahí está, pero lanza una propuesta sorprendente:
Si tus padres no te han querido, has sufrido la violencia, su desamor… no puedes cambiarlo pero te voy a enseñar a robar un padre o una madre. Y además nadie te meterá en la cárcel por ello.
Porque eso es lo que él hizo. Observar la vida. Y le llamaba la atención que había padres distintos a los suyos. Padres que querían a sus hijos. Y eso le atraía. Llegó a seguir a un padre y a un hijo por la calle (y no atracar el banco que pensaba atracar) porque vio como el padre lo besaba y le decía “estoy orgullosos de ti”. Pudo superar el miedo a repetir la historia de sus padres en el momento de su boda gracias al ejemplo de un jefe que tuvo que lo consiguió.
En concreto le dijo a otra persona que expresó también el dolor de su historia: Cuando conozcas a un hombre bueno piensa “es mi padre”. Y de hecho contó varias historias en las que el mismo ha sido adoptado como hermano o como padre por algunas de las personas acogidas en su casa.
Me parece sugerente esta idea de robar padres y madres. Porque ¿no hacemos algo parecido en el sistema de protección? Les quitamos padres a niños y les damos otros (adopción) o les colocamos en una familia para que otros hagan “como de padres” (acogimiento).
¿Y por que no lo pueden hacer los propios niños y niñas? ¿Por qué no les podemos decir: quien hay en tu vida que se merece ser tu padre o tu madre? Tus padres, por su propia historia quizá, no se merecieron ese nombre pero ¿a quién se lo podrías otorgar? ¿A quien te hubiera gustado poder llamar papá o mamá? ¿Y quien te lo impide?
Tú amigo Juan tenía una buena madre, muy distinta a la tuya… róbasela. La madre de Juan fue un poco tu madre. Tu profesora de inglés te miró de otra manera, te sentiste acogida o acogido por ella. Róbasela a sus hijos. Nómbrala en tu interior tu madrina.
Recuerdo que Francoise Doltó decía todos los padres (biológicos) hay un día que adoptamos a nuestros hijos (biológicos) de lo cual yo al menos puedo dar fe. Pues Tim Guénard viene a decir algo igual pero en la otra dirección. No puedes cambiar a tus padres (por mucho que lo imaginaras y desearas cuando eras niño) pero si puedes adoptar padres y madres.
Todo esto puede parecer sentimentaloide, cursi o abstracto pero mirado con una cierta perspectiva es algo, al menos para mi, copernicano. Algunos “inteligentes” como nos llamaría irónica y cariñosamente Tim, nos devanamos los sesos en cómo plantar tutores de resiliencia en la vida de la gente que sufre.
Tim Guénard va en la dirección opuesta (pero complementaria). Simplemente y llanamente le dice a quien sufre. ¡Observa! ¡Busca tus tutores! ¡Yo los tuve! ¡seguro que tu también! Así de sencillo. Así de directo.
Porque Tim Guénard no es un teórico de la resiliencia. Tampoco un resiliente (héroe o superhéroe). Es simplemente un testigo de la resiliencia. Y da testimonio de ella.
Su único mérito (según el mismo) es el de la valentía de haberse atrevido a vivir la vida a pesar de los pesares. La de ser un tipo duro capaz de decirle a su mujer y sus hijos “Te quiero”.
Pero para ello necesitó del ejemplo y el encuentro de muchas personas que, como el dice, con su mirada plancharon sus arrugas. Personas que, según sus sus creencias, puso el Big Boss (Gran Jefe) en su camino.
Y, por cierto, para los que comparten sus creencias cristianas un apunte:
Sugerente también su comentario de que el mandato divino no es “Amarás a tu padre y a tu madre” sino “Honrarás a tu padre y a tu madre” (dice que aún no sabe lo que significa honrar – pero que no le preocupa, ya lo entenderá- pero que al menos sabe que Dios no le ha exigido nunca amar a sus padres)
En todo caso. Yo también he leído en el Evangelio lo de “Odiarás a tu padre y a tu madre” como expresión de la necesidad de romper un día el cordón umbilical que nos sigue atando a ellos más allá del nacimiento. Y a los psicólogos les he oído hablar de “Matad al padre” en la misma línea.
Pero nunca había oído que se podían robar padres y madres.
Y habrá que seguir dándole vueltas.
P.D.
Durante el Encuentro y cuando Tim animaba a los jóvenes a no tener miedo de repetir la historia me acordé que un día escribí un cuento pensando en una joven madre a la que le pasaba esto mismo. Bernardo Ortin tuvo la osadía de incluirlo, junto con otros muchos, en su libro “Cuentos que curan”.
Si eres familia de acogida o trabajas en un centro de menores quizá algún día te pueda ser útil. Está en la zona de descargas pero te lo dejo aquí.
Una vez mas me encanta leerte, creo que el robo de padres deberia ser un derecho constitucional para muchos niños 🙂 si mi educacion biblica no falla hay una cita en los corintios? Que dice : Y sere para vosotros por Padre y vosotros me sereis por hijos e hijas.
Evidentemente Tim ya tiene otro padre el que el llama el «Big Boss» y su vecina de Lourdes.
Romeu 100%. Que grande eres.