Imagina que te has propuesto una cosa (quizá porque estás leyendo un libro de autoayuda que, paradójicamente, te marca los objetivos que te convienen y te dice lo que tienes que hacer). Se trata de al levantarse al día siguiente mirar a las personas con las que convives y a las que quieres de una forma incondicional. Quizá lo tengas chupado precisamente porque los quieres. Quizá te sea difícil porque la convivencia no es fácil. No lo sé.

Pero ahora imagina que lo que te propones -porque te lo estoy sugiriendo yo- es levantarte y mirar a los tuyos con una mirada incondicionada. No podrás. Excepto que esta noche tengas un ictus y te despiertes con amnesia total.

Se ha escrito que muchas veces los tutores de resiliencia (humanos) actúan porque proyectan una mirada de aceptación incondicional sobre la persona en adversidad. Tengo dudas.

Anoche seguía por televisión la entrega de los 30 Premios Goya del cine español.  Cuando se presentaba el premio a mejor actor novell, el comentarista nos informó que uno de los candidatos, Miguel Herrán, fue seleccionado por Daniel Guzmán, actor, guionista y director de su primera película, tras cruzarselo por la calle. Deducimos que Miguel no se dedicaba a la interpretación pero Daniel Guzmán reconoció en él al personaje que el mismo había creado. Ni siquiera el que, según el propio Miguel ha contado, hiciera tres casting desastrosos hizo que el director renunciara a él. Ahora ambos han recibido un premio a su primera interpretación y dirección. ¿Un golpe de suerte?

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Pero el agradecimiento del joven actor desvela algo más. Recojo las palabras literales pues ya han sido recogidas por la prensa escrita: «Dani, has conseguido que un chaval sin ilusiones, sin ganas de estudiar, sin nada que le guste, descubra un mundo nuevo, quiera estudiar, quiera trabajar y se agarre a esta vida nueva como si no hubiera otra».

No conocemos de momento en que circunstancias se encontraba Miguel ni si estaba en una situación difícil, por lo que no seré yo quien afirme que se trata de un caso de resiliencia. Pero es evidente, pues así lo expresa el mismo, que la vida de este chaval se divide en dos y que el punto de inflexión fue la mirada de Daniel Guzmán.

Una mirada que no fue incondicional puesto que no conocía de nada a Miguel como para tener que estar a su lado. Lo que sí fue es una mirada incondicionada. No había ningún conocimiento previo que condicionará la relación con él. El futuro director simplemente proyectó su personaje sobre el físico, y quizá, la expresión, de un chaval y, su mérito fue, plantearse ¿por qué no?

No digo que siempre los tutores de resiliencia funcionen así pero el caso de Miguel y Daniel me hace sospechar que, en muchos casos, se llega a la posición de tutor no por una relación intencional de apoyo sino por, paradójicamente, no mirar o no ver. Daniel no vio la desilusión de Miguel. Daniel no vio que no era actor. Simplemente se ilusionó en él precisamente porque no lo conocía y porque esbozó un futuro para él (encarnar a su personaje)

Y aunque no sé de dónde vienes, Miguel, sí… la resiliencia tiene que ver mucho con que la vida, te quita y te da vidas.

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