La realidad biológica del ser humano impone a quien lo sea la obligación de elaborar el hecho de que somos fruto de dos realidades genético/familiares distintas. Algo que no les pasa a los geranios y otras plantas. Ni por su genética ni por su incapacidad de introspección (quizá sientan pero lo que es seguro es que ellas no saben que sienten)

Incluso cuando ni una o ninguna de las partes progenitoras está presente (padre desconocido, fecundación in vitro, adopción…) habrá que elaborar algo: esa ausencia.

Y aun suponiendo la presencia de los dos linajes, la tarea de integración en nuestra identidad puede ser, o algo harto sencillo, o algo extremadamente complicado.

Algunos hemos tenido la suerte de crecer en un ambiente de armonía entre nuestros padres. Otros han tenido que lidiar con una realidad de desavenencias más o menos importantes. Y sabemos de casos de niños y niñas creciendo en el medio de una verdadera batalla campal.

Pero incluso bastantes de los desafortunados han conseguido llegar a salir del atolladero con un resultado más que digno. Probablemente eligiendo, optando, pero en todo caso saliendo adelante.

Tim Guenard recomienda a los y las jóvenes sin padre/madre o con un/a padre/madre dañino/a que «adopten» un padre o una madre (o varios). Alguien que te trate con respeto, dignidad y cariño, sea quien sea: un profesor, una vecina… Se suele decir que «menos la muerte, todo tiene solución».

tim

Si la naturaleza nos obliga a esta tarea a veces sencilla, a veces épica, no quiero pensar a lo que están obligados las niñas y niños acogidos. Porque a la elaboración de sus dos orígenes genético/familiares se les impone la realidad de tener dos ascendentes más: sus cuidadores/educadores (su familia acogedora) y su Tutor/a Legal: la Administración competente (competente o no).

Incluso «yendo bien» el acogimiento, sea esto de ir bien lo que sea, el niño, niña o adolescente acogido tendrá que lidiar con posibles sentimientos de traición. O con la toma de conciencia de la diferencia y el descubrimiento de que lo que creía normal no lo era.

Pero además tendrá que integrar también que quien está atendiéndole e implicándose con él o ella tampoco tiene la sartén por el mango. Hay alguien o algo por ahí («Stranger thing» – «Cosa extraña») que da el permiso para operarle, sacarle el DNI, viajar o abrirle una cartilla en el banco. O que decide si ve o no ve a sus padres, hermanos u otros parientes. Y sobre todo si regresa con ellos.

Imaginemos un mundo ¿ideal?. Padres negligentes o incapaces pero bien avenidos. Conscientes de sus dificultades e incluso de acuerdo con la conveniencia del acogimiento. Acogedores que respetan a los padres y que trabajan en estrecha colaboración y armonía con la Administración y técnicos (directos o indirectos) de la misma, capaces y sensibles. Insisto aunque yo no lo sea: capaces y sensibles. Aún en el día a día, en la cotidianidad, este niño o niña tomará conciencia de su «múltiple filiación». Algún compañero le preguntará: «Oye, Fulanita, ¿cómo es que tu apellido es X y vives con «los Romeu»? Y en décimas de segundo tendrá que optar entre decir que es o está acogida o inventarse que su madre ha muerto.

Otro niño acogido tendrá que pasar por la incómoda situación de que en una excursión su profesor le pida discretamente que se aparte del grupo mientras hace una foto de la clase para publicarla en la web del colegio (no está firmada la autorización para el uso de su imagen).

Y puede ser que a un niño acogido le fastidie que los acogedores lo presenten a terceros como un hijo o que le fastidie que siempre aclaren que no es su hijo. Incluso puede pasar que le fastidien las dos cosas dependiendo del momento o la circunstancia.

Todos estos ejemplos, recuerdo, en el caso de  «buen rollito» entre sus cuatro realidades (2 biológicas; 1 socioafectiva y 1 legal)

Pero ¿Y si hay bronca entre todas las partes?

Si integrar lo «artificial pero bien avenido» ya tiene su aquél ¿cómo será integral lo «artificial desintegrado»?

A mi se me presenta como una misión heroica.

Todo ello con el agravante de que la «función acogedora» es de por si esquizofrènica.

Los primeros terapeutas familiares sistémicos adoptaron la idea de Gregory Bateson de «doble vínculo» para intentar dar una explicación no biológica a la esquizofrenia. Un ejemplo claro de «doble vínculo» es el comentario «Me hubiera gustado que hubieras tenido un detalle conmigo». Quedas atrapado. La opción de hacerlo tras el comentario queda invalidada por falta de espontaneidad. La alternativa de por ello no hacerlo confirma el disgusto del otro. Exigir lo espontaneo es una forma clara de «doble vínculo». Pedir una cosa y la contraria es otra forma.

doble-vincle1

Pues las familias de acogida viven permanentemente en una situación de «doble vínculo». Se les/nos pide actuar como padres pero recordándonos constantemente que no lo son/somos. El disgusto de «los otros tres» puede venir de una cosa o de la contraria.  Si actúo como padre/madre, me la puedo cargar. Si no lo hago, también. Nunca se sabe.

Así que la cosa se complica: 2 progenitores (o 1 más la ausencia del otro) + 1 familia sustituta o alternativa en la esquizofrenia + 1 Tutor legal.

Pero aún nos queda la «More Stranger Thing» (la cosa más extraña): la llamada «Entidad Competente». La Generalitat de no se dónde, la Junta de o el Gobierno de aquí.

¡Menos mal! – podríamos pensar – ¡Por fin una figura jurídica! ¡Eso debe ser bueno! Porque las personas físicas son ambivalentes pero las personas jurídicas no pueden ser esquizofrénicas ni bipolares (no me atrevo a afirmarlo pero permítaseme como estrategia argumentativa)

Pero esto tiene también otra lectura. Las personas jurídicas no tienen enfermedad mental. Cierto. Pero tampoco tienen salud mental.

La foto ya está completa. Si soy un niño o niña acogida tengo: 2 progenitores (o 1 más la ausencia del otro) + 1 familia sustituta o alternativa viviendo en la esquizofrenia + 1 tutor ¡sin mente!.

Me es muy fácil explicarle a una niña o niño tutelado porqué nos hemos hecho cargo de ella o él (el ya conocido PODER – QUERER – SABER cuidarlos adecuadamente sus padres). Pero ya atisbando mi jubilación no he encontrado la fórmula para explicarles qué es y quién es su tutor legal.

Frases como «La Generalitat, La junta o El Gobierno han decidido que te…» les dejan impasibles. No de asombro sino de incomprensión. Como si les hablara en chino. ¿Que decirles? «Los y las que mandan han decidido que…» ¡suena terrorífico! (Parece de una película sobre La Mafia). «La Comisión Técnica», «El/La Director/a Territorial«… más de lo mismo. Y creo no ser tan tonto como para no haber encontrado la fórmula. Así que concluyo que no hay fórmula.

No nos autoengañemos con atractivos términos legales que nos dan una tranquilizadora sensación de seguridad. Los menores tutelados no tienen, de por si, una base de seguridad suprema capaz de dar respuesta sensible a sus necesidades. Esa capacidad de ser base de seguridad – que se le supone al tutor legal – hay que currársela pero que «muy mucho» y día a día. No viene de serie por «imperativo legal».

Muchas veces, las decisiones sobre estos y estas menores son el resultado de lo percibido por un ojo múltiple – como el de las moscas – que no siempre integra bien la imagen del caso. No es un crítica. Es simplemente lo que hay. O simplemente es una forma correcta de dejarlo aquí para no profundizar más puesto que me desviaría de mi intención incial en este post.

Un post en el que quisiera simplemente admirar, incluso rendir homenaje, a todos los niños, niñas o adolescentes que tienen que elaborar una realidad socio-familiar tan compleja y muchas veces – es mi humilde opinión – desintegrada.

Stranger Things

En la exitosa serie televisiva «Stranger Things» los y las menores protagonistas – y algunos adultos – se enfrentan a dos mundos muy diferentes. El que todos conocemos y el «del revés». Extremos e irreconciliables. Una contaste pesadilla.

¿Cómo se resolverá en próximas temporadas?

¿Cómo se resolverá el acogimiento familiar en los próximos años en estos lares? ¿Seguiremos conformándonos en dejar que los menores resuelvan teniendo que elegir?

Lo dejo para el siguiente post.

Aseaf

4 comentarios en “Acogimiento familiar: «Stranger Things»

  1. Añade al puzle una diferencia de raza entre el niño y sus acogedores…u otra circunstancia que haga que no sea necesario llegar a los apellidos para que te lluevan las preguntas y desees desaparecer para evitar las explicaciones a según quién….

  2. Hace unos años, desde la asociación pusimos en marcha un grupo para adolescentes y jóvenes en acogimiento familiar. Cuando hablaban de la mayor dificultad que habían tenido, coincidían en que «lo peor de todo ha sido la Administración» (sea lo que fuera eso, como tu dices). Porque muchos hablaban bien de sus técnicos, pero «medio-identificaban-no identificaban» algo como «administración-gerencia» que decidía por ellos durante mucho tiempo de su vida pero que no sabían exactamente qué era. Y bueno, da mucho que pensar…
    Gracias por tu blog, ha sido un auténtico descubrimiento y es un placer (y un estímulo) leerte.

    1. Me encanta y te agradezco enormemente que compartas esa experiencia porque mi afirmación de lo raro que debe ser eso de «ser tutelado/a» era un poco intuitiva. Pero ahora, gracias a ti, ya no lo es tanto. Así que el placer es el mio. Pásate por aquí siempre que quieras.

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