ADVERTENCIA: Este post contiene un experimento.

Me sigue preocupando que el auge de las neurociencias nos lleve a un reduccionismo del ser humano a lo biológico y a una elevación de los neurólogos a los altares. Quizá porque Boris Cyrulnik me tiene acostumbrado a una férrea indivisibilidad de lo biopsicológicocultural. A pesar de eso seguiré avisando de aquellos libros de neurocientíficos que nos puedan ser útiles para los que trabajamos en la educación, en lo social, etc.

Ya en mayo de 2016 escribí un post llamado «Neurotonteria» (un desahogo narrativo imperdonable por mi parte) en el que hablaba de que había comprado el libro (Editorial Temas de Hoy)

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Ahora se publica otro libro de este neurocientífico y humorista (¡qué mezcla tan maravillosa!) en Planeta Ediciones Martínez Roca.

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Así que si no puedes contra tu enemigo… ¡únete a él!

¡Yo también voy a hablar de un «tipo de cerebro» que hace mucho tiempo surgió en el mio propio!

Yo le llamo el «cerebrico» porque con él me refiero a tres aspectos del cerebro o la mente humana: el cerebro épico (que es otra forma de llamar al cerebro narrativo); el cerebro ético y el cerebro estético. 

No me interesa tanto desarrollar cada uno de estos aspectos de la mente humana sino dejar caer que quizá sean el puente entre lo que llamamos el cerebro analítico o racional y el cerebro emocional.

El cerebro épico

No hay duda de que al cerebro le encantan las historias. La enorme demanda de buenas historias (en el cine, en la literatura y, como no, en las redes y hasta en la publicidad y el marketing) es incuestionable.

Pero también hay investigaciones al respecto. Puedes leer el resumen de un curioso experimento en la revista Muy Interesante. Otra síntesis de este estudio en El Comercio se titula «El cerebro procesa historias sin importar el lenguaje o cultura» y recoge esta afirmación de Jonas Kaplan, uno de los autores: «Las historias están profundamente arraigadas en el núcleo de nuestra naturaleza y nos ayudan a crear significado».

A la red neuronal que se activa durante la escucha o lectura de historias y que el estudio parece haber descubierto es a lo que yo llamo el «cerebro épico».

Debería llamarlo cerebro narrativo pero necesitaba que acabara en -ico por una parte y, por otra, en la resiliencia hay un momento en que la víctima levanta la cabeza y, de una manera u otra, se cuenta una historia épica: «Yo soy el/la que fue derribado/a pero resistí y me rehíce».

Al fin y al cabo, y aunque no tengamos grandes adversidades en la vida, todos intentamos contarnos la mejor historia posible sobre nosotros mismos. Y si los hechos no la avalan los reinterpretaremos para que lo hagan.

El cerebro ético

El cerebro muchas veces se lee y se juzga así mismo. Tenemos la capacidad de transcendernos a nosotros mismos y evaluarnos según un código ético que previamente alguien ha puesto ahí (nuestros padres, nuestro grupo de referencia…). Es por ello que no consigo entender la moda actual de juzgar a seres humanos de otra época histórica con los códigos éticos imperantes en la actualidad. Pero esto es otra historia…

El hecho es que, el mismo cerebro que te impulsa a llevarte folios del trabajo (por ejemplo) es el mismo cerebro que te dice «Esto no está bien» Y por eso tendrá que entrar en un proceso interno de negociación, de racionalización, para conseguir la reducción de la «disonancia cognoscitiva». Y tu cerebro encontrará el argumento: «Te pagan una mierda«, «Fíjate en las horas de más que estas haciendo«…

Me consta que existe un libro llamado «El cerebro ético» de un famoso neurocientífico, Michael S. Gazzaniga pero por su sinopsis e índice veo que no responde exactamente a lo que estoy señalando. Tampoco me interesa si lo que se ha denominado «mente moral» es totalmente adquirida o hay una parte innata. Lo único que me parece evidente es que el cerebro no es sólo el órgano de las emociones que nos motivan ni sólo el órgano de las decisiones que tomamos. También es el órgano que te conecta con lo que los otros cerebros puedan pensar o decidir sobre tus emociones o tus decisiones.

Así que, por ejemplo, los educadores y especialmente los que trabajan en reforma juvenil, tienen que trabajar con estos y estas chavalas ¿sólo lo emocional? ¿recurrir tan sólo a la empatía? ¿O se necesita trabajar también la pura y dura inteligencia racional, la de toda la vida, la inteligencia superior, pre-frontal? Seguro que Iñigo Martínez de Mandojana tiene algo que compartir con nosotros si llega a leer el post (Perdona el anzuelo Iñigo)

El cerebro estético

¿Y qué decir de la belleza? ¿Por qué La Sagrada Familia de Gaudí puede emocionarnos? ¿Por qué mi mujer llora escuchando Opera? ¿Por qué los grandes Chefs dan tanto valor a la presentación de un plato como a su sabor? Precisamente indagando sobre esto descubro del nacimiento de otra «Neuronosequé»: la Neuroestética.

Pero quiero tener una visión amplia de la belleza. No me limito a una belleza de los sentidos (vista, oído, gusto…) sino también a una belleza conectada con los otros dos cerebricos… la belleza de una historia y la belleza de una acción ética. Historias como la de Maximiliano Kolbe, Nelson Mandela, etc nos sobrecogen, nos  asombran y podemos etiquetarlas de «bellas». Hollywood lo tiene muy claro. Estas historias venden. Me viene a la cabeza la película «Hasta el ultimo hombre» sobre Desmond Doss, considerado el primer objetor de conciencia «oficial»

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Al final de la nota pone: ¡UNA HISTORIA ÉPICA PARA COMPARTIR!

Incluso muchos científicos naturales descubren belleza en el mundo físico objeto de su estudio sin tener que por ello tener un planteamiento trascendente (aunque algunos lleguen al mismo por esa vía)

Así que te propongo un experimento.

Si tienes ganas y 20 minutos escucha esta charla de Joan Antoni Melé que el otro día me llegó vía infección de WhatsApp: me la pasó mi mujer porque lo había recibido de una amiga que a su vez…

En el se tocan varios de los temas de este post: los científicos, la belleza, la ética…  Pero te espero después de que lo veas…

 

¿Qué parte de tu cerebro crees que se ha activado escuchándolo? ¿El hemisferio superior, lo analítico, la racional? ¿O sólo el emocional, lo sentimental, lo afectivo?

Sí no sabes decidirte quizás sea una prueba de que…

¡el cerebrico existe!

(aunque yo me lo haya inventado)

 

2 comentarios en “El cerebrico

  1. Hola de nuevo, Javier
    Superada la prueba, no sabría porque decidirme, por lo tanto:el «cerebrico» existe. Yo no soy una persona melómana, pero las palabras del orador me suenan a música estimulante. Ya lo havia visionado, pero ha sido un gusto volver a escucharlo.
    Creo que en el mismo sentido, habla hoy, en La Contra de La Vanguardia, José Antonio Marina, investigador de la inteligencia y de la felicidad:
    https://www.lavanguardia.com/lacontra/20181106/452771833383/eres-un-animal-espiritual-un-hibrido-de-biologia-y-cultura.html

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