Pincha aquí si quieres saber de qué va esta serie. Los autores del texto figuran al final del mismo.

Puente I

puente 6

Mi mayor miedo en el primer acogimiento que realizamos, en 2012, era encontrarnos con la madre de la niña que venía a vivir con nosotros. Vivíamos a menos de cinco minutos e, inevitablemente antes o después, iba a ocurrir cruzarnos por la calle, en alguna tienda o en el parque.

Además estaba el tema del Punto de Encuentro que, en principio está pensando para que ambas familias no nos “crucemos” pero que, en la práctica, termina por ser imposible (este tema de los Puntos de Encuentro da para otro tema entero). Por no mencionar el hecho de que la abuela materna vivía enfrente del colegio, por lo que ella y la madre estaban allí todas las mañanas a las 8:50 hs, asomadas a la ventana a ver con quien llegaba su niña.

Así que, entre las principales preocupaciones que surgían al afrontar el primer acogimiento no estaban cuándo la niña tuviera que volver a su casa, ni la adaptación mutua a vivir juntos o los retos que se nos pudieran presentar al no tener experiencia. No. La mayor preocupación, la situación mil veces imaginada con catastróficos finales que variaban entre el rapto de la niña y escenas “desgarradoras” en las que la madre lloraba y suplicaba para que se la devolvieran, era encontrarnos cualquier tarde con la familia de la niña.

Al poco tiempo de iniciar el acogimiento cambiaron el régimen de visitas con la madre y el horario no coincidía con el de apertura del punto de encuentro, por lo que había que quedar con ella en un punto en el que a ambas familias nos vinieran bien. Esto implicó que tuviéramos que conocernos en una reunión en la Gerencia de Servicios Sociales.

Fue un punto de inflexión. El día que conocimos a la mamá de esta niña, y pudimos explicarla de tú a tú, que nosotros no queríamos “quedarnos” con su hija, que no queríamos “ser” sus padres, sino cuidarla lo mejor posible hasta que pudiera volver con ella… ese día cambió todo.

Nosotros perdimos el “miedo” a encontrarnos con ella y a esas situaciones imaginadas, y ella puso cara a las personas que habían acogido a su hija en su casa. Y lo que es más importante, dejó de imaginar situaciones hipotéticas en las que su hija no volvía a casa porque tenía otra familia que “quería quitársela”.

El hecho de vernos en la calle un rato a la semana para que la niña se fuera a las visitas implicó otra mejora importante. Durante ese rato que estábamos con la madre, la dábamos información “de primera mano”. Que puede parecer una tontería pero no lo es. No es lo mismo que un técnico de protección a la infancia, una vez cada X tiempo, te diga cómo está tu hija a que las personas con las que convive te cuenten detalladamente la semana, te lleven alguna foto o te pidan tu opinión sobre si apuntarla a una actividad u otra.

Así que, la separación tras las visitas, que antes se alargaba durante 15-20 minutos en los que la madre no dejaba de llorar, la niña no dejaba de llorar y todo parecía un caos, se realizaba ahora de manera más “natural” y, en parte, era por la sensación de la madre de ser tenida en cuenta por la familia de acogida de su hija.

Desde el principio le dimos nuestro número de teléfono móvil y, de vez en cuando, la escribíamos algún WhatsApp de buenas noches, enviábamos alguna foto o algún audio de la niña en la que le contaba cómo había ido el día. Fue una relación normal, en la que nunca tuvimos que poner límites porque nunca se traspasaron.

En este primer acogimiento, cuando ya se estableció el plan de retorno con la madre, participamos en las reuniones del programa de intervención familiar con el objetivo de establecer normas comunes en ambas casas. Nos juntábamos una vez cada quince días, más o menos, y entre la psicóloga, la madre y nosotros, veíamos qué cosas podíamos hacer de la misma manera en ambas casas (horarios de irse a la cama, ratos de tv, comidas…) Creo que esto también fue muy positivo porque le dio a la madre ideas sobre una forma de hacer las cosas en casa que antes no había tenido, y a la niña le generaba la idea de “continuidad”, de haber menos diferencias entre las rutinas de casa de su madre y la nuestra.

Esa buena relación que habíamos establecido, y en la que el motivo de mantenerse así era el bienestar de la niña, continúo después de terminar el acogimiento. De vez en cuando la madre nos escribía o llamaba porque tenía dudas (por ejemplo sobre qué dar a la niña cuando tenía fiebre), para invitarnos a la función del cole o para felicitarnos por el cumple. También nosotros la escribíamos o mandábamos mensajes o nos la llevábamos algún finde a hacer alguna actividad.

A día de hoy, aunque la relación no es tan estrecha, y es normal porque han pasado cinco años, seguimos manteniendo el contacto.

Puente II

puente barco

Nuestro segundo acogimiento fue en 2014, con una adolescente de 14 años que venía de otra familia de acogida en la que había estado desde la infancia. A pesar de llevar en el programa de acogimiento desde los 4 años, y de la edad que tenía, seguían encontrándose en el Punto de Encuentro, y realizando la visita en una ciudad en la que ninguna de las dos vivían, con lo que ello suponía para la madre tener que desplazarse una hora y media y para las visitas que, en invierno por el frío que hacía, consistían en pasar seis horas en un centro comercial.

A la madre la conocimos el primer día que la acercamos al Punto de Encuentro, al terminar el horario de visita. En algún momento de las semanas siguientes, al hablar de la relación de su madre, la preguntamos si ella quería proponer algún cambio respecto a las visitas. Y, obviamente, preguntó si podrían hacerse en su pueblo. Quería volver al lugar de su infancia.

Al consultarlo con el técnico nos dijo que no había problema así que, a partir de ese momento, una vez al mes nos desplazábamos durante casi tres horas para que pudieran realizar la visita en el pueblo donde residía la madre.

Nuestra relación con la madre en esta ocasión se limitó a “estar ahí”. El objetivo del acogimiento era diferente porque no iba a retornar con su familia biológica y las visitas estaban encaminadas a continuar con el contacto, por lo que nosotros tan solo estábamos ahí cuando la madre quería saber de ella y nos llamaba (porque, cosas de adolescentes, ella se quería comunicar por WhatsApp ya que las llamadas “le aburrían” y la madre no conseguía entender el funcionamiento de esta aplicación) o cuando al recogerla después de las visitas nos contaba cosas de la infancia de la chica.

Puente III

puente6

En 2016, cuando “nuestra” adolescente quiso explorar mundo por su cuenta, llegaron a  casa los hermanos que hasta ahora viven con nosotros.

Ya no era nuestro primer acogimiento y había cosas que teníamos claras. Como el que conocer a su madre era algo importante que marcaba de manera positiva la relación de acogida, que para los niños significaba tranquilidad y normalidad y que, a la madre, la serviría para “despejar fantasmas”. Aunque solicitamos al técnico una reunión para conocernos, durante unos cuantos meses, nos dijo que no “por nuestra seguridad”.

Obviamente, cada vez que llevábamos a los niños a la visita, allí estaba la madre esperándonos en la puerta y, a la salida, se daba prisa para llegar antes de que nos fuéramos y darles el último beso. Así que, cuando llegó el momento “adecuado” para “presentarnos formalmente”, ya llevábamos tiempo en el que nos conocíamos en persona.

Ahora, que llevamos dos años de acogimiento, la relación con la madre de los niños ha facilitado muchos cambios; como la percepción de ella sobre los acogimientos ya que durante tiempo seguía pensando que sus hijos estaban mejor en un centro (y es lógico este pensamiento cuando no entiendes porqué “te han quitado” a tus hijos para entregárselos a otra familia, como era su caso). Otro cambio importante fue el de los niños, quienes empezaron a relajarse más en las visitas al percibir que había menos tensión por parte de su madre cuando hablaban de nosotros o que dedicábamos un rato a hablar tranquilamente.

Cuando terminan las visitas, el mayor le pregunta a su madre si la acercamos en coche a la estación, y así solemos hacerlo. Y así está bien. Porque lo que ellos necesitan en este momento es integrar estas dos realidades familiares, ver que no tenemos problema en hablarnos, contarnos cosas o compartir un trayecto en coche.

Hemos ido juntos al médico, al cole conocer a las maestras de los niños, a renovar los DNI… hemos realizado visitas fuera del punto de encuentro y, como aún tenían que ser “vigiladas”, nos  hemos quedado con ellos durante esas horas compartiendo ratos muy agradables juntos.

Incluso en las situaciones en las que “a priori” se percibe como negativa o conflictiva la relación entre acogedores y familia de origen, si se hace  adaptando los ritmos e integrando las percepciones y miedos de todas las partes, si se hace con trabajo y cuidado, pueden conseguirse resultados muy positivos para todos, especialmente para los niños.

Y una reflexión

La relación entre la familia de origen y la de acogida debe ser un proceso trabajado y cuidado, tanto por el técnico que lleva el caso como por el programa de intervención familiar. No es una relación superficial ni que deba obviarse.

No es lo normal que ambas familias trabajen juntas para construir una mejor realidad del menor o la menor en acogimiento, pero se debería tender a que así sea. Debería pedirse el esfuerzo de todas las personas adultas implicadas para que la transición del niño o niña por esta etapa de su vida se dé bajo las mejores condiciones.

Y una de ellas debería ser que ambas familias pudieran conocerse y trabajar juntas. Bajo los parámetros que se establezcan, porque cada caso será diferente y tendrá objetivos diferentes. Pero está claro que, cuando ambas familias se enfocan en el bienestar de ese niño o niña, las percepciones cambian y se produce también un cambio en el menor, quien deja de oscilar (o esta oscilación es mucho “más suave) entre dos mundos desconocidos y separados entre sí.

Mariu y Angel. Familia acogedora. Castilla-León.

 

 

Un comentario en “Construyendo puentes levadizos (1) «Cada caso es diferente»

  1. Reblogueó esto en urgènciaidiagnòsticy comentado:
    Les famílies acollidores coneixem molt bé la nostra pròpia experiència, però tenim un gran desconeixement dels acolliments duts a terme per la majoria de famílies físicament properes.
    Per descomptat, les experiències de les famílies d’altres comunitats son, gairebé, extraterrestres, i més tenint en compte que la total Transferència de les Competències en matèria de Protecció de Menors fa que cada territori tingui o pugui tenir models diferents, que no deixem permeabilitzar, no fos cas que perdem la nostra «singularitat», millor o pitjor.
    Penso, també, que una cosa es parlar sobre l’experiència, a peu dret o assegut en una taula, que està bé, molt bé, però una altra es el treball de introspecció que permet l’intimitat de l’escriptura, des de la solitud amb la teva pròpia idea del’acolliment i el seu aprofundiment.
    Casualment, durant la celebració de la VIII Encuentro Estatal de Acogimiento Familiar, celebrat a Pamplona el passat mes d’octubre, els ponents de la Taula Rodona (Buenas Pràcticas en AcogimientoFamiliar a Futuro) van animar a les famílies a relatar per escrit les seves experiències, per, entre tots, anar dibuixant la realitat dels acolliments, tan diversa com diversos son els acollidors, i els acollits i les seves famílies.
    Javier Romeu, participant d’aquesta taula rodona, ha prés la iniciativa des del seu blog : Diseñando pasados, Recordando futuros. https://disparefuturo.wordpress.com/.
    Sense perjudici d’altres iniciatives, convido a les famílies acollidores seguidores d’aquest blog a participar-hi: escrivint els vostre relat, convidant a d’altres famílies a fer-ho… o, tant sols, llegint els relats que aniran apareixent i que jo em comprometo a donar-lis difusió a través del meu blog.
    El primer relat correspon a una família acollidora de Castilla- León que explica la seva relació amb la família biològica en tres acolliments diferents.
    En Javier Romeu ens vol dir, que em corregeixi si m’equivoco, que les bones pràctiques no sorgiran dels protocols, sinó de les experiències positives viscudes per tots els protagonistes.
    Permeabilitzem la pell!

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s