¿Puede la pintura abstracta, una serie de TV y la neurología ayudarnos a entender el acogimiento familiar de menores y conocer su principal reto?
Vamos a intentarlo.
El pasado jueves publiqué un post en el que pretendí destacar la complicada situación en la que se encuentran los niños y niñas acogidas. Me viene a la memoria una frase de M., acogida en ese momento en mi casa: «Yo no quiero ser una niña acogida. Yo quiero ser una niña normal«.
¿Qué deberíamos hacer para ponérselo más fácil a estos niños, niñas y jóvenes?
Este verano hice mención a la serie «This is us». Lo hice al terminar de ver la primera temporada pero sin saber que, en la segunda, una de las familias protagonistas iba a hacerse familia de acogida y que el acogimiento de una adolescente es una de las principales líneas argumentales de la serie. Puedo afirmar que, a pesar de ser una ficción, quien viera toda esa parte de la serie se haría una idea bastante aproximada de las luces y sombras del acogimiento.
Estos días me he dedicado a extraer todas las escenas de la serie relativas al acogimiento por si alguna de ellas nos es útil en el taller que me han encargado coordinar el VIII Encuentro Estatal de Acogimiento Familiar en Pamplona.
Pero no la traigo a colación por la historia de Deja (pronunciado Deya) la joven acogida sino por dos aspectos de la primera temporada. Por un lado la historia del acogedor. Una pareja blanca espera trillizos pero uno de ellos muere en el parto. El mismo día un bebé de color es abandonado en el parque de bomberos y llevado al mismo hospital. Los cinco forman la familia protagonista.
La serie comienza cuando el niño adoptado, ya adulto, se presenta en la casa de su padre biológico para recriminarle su abandono. Lo que hará que el mismo, tras la muerte de su padre biológico, se plantee adoptar y luego acoger es el agradecimiento por haber podido integrar sus dos realidades familiares: la adoptiva y la biológica.
Tanto en ese proceso adoptivo como en el acogimiento de la segunda temporada ¿qué factor explicaría ese resultado tan deseable?. Si tuviera que inclinarme por uno diría que la escucha del otro. En ambos procesos los conflictos aparecen frecuentemente pero siempre se resuelven o suavizan tras un diálogo cara a cara.
Me pregunto si en el panorama del acogimiento familiar de menores en España estamos favoreciendo la escucha del otro, el cara a cara.
Asumo que el acogimiento moderno (institucionalizado) es campo abonado para el conflicto y que una de las patas del acogimiento familiar, la Administración, tanto a nivel político como técnico, tiene fobia a los conflictos. Vencer esa fobia es, a mi entender, uno de los retos en el acogimiento familiar, al menos en el ámbito territorial en el que me muevo.
Por otra parte, el titulo de la serie tiene su enjundia. «This is us» se traduce como «Esto somos nosotros» aunque la traducción literal sería «Esto es nosotros». Porque el «esto» es un cuadro a base de manchas y rayas que uno de los protagonistas pinta y que un día enseña a sus sobrinas explicándole que la vida está llena de color y que todos podemos añadir nuestro color al cuadro.
Pero nuestro color permanece más allá de nuestra vida y por tanto el cuadro de mi vida es también el de lo que han pintado los que me precedieron y lo que pintan aquellos con los que me relaciono. Por eso concluye señalando al cuadro «Esto somos nosotros». Creo que el mismísimo Kenneth J. Gergen autor de «El ser relacional» podría dar el visto a esa manera de entender las cosas (lo que llamamos «Yo» no es más que la intersección de todas nuestras relaciones).
En todo caso parece una buena metáfora para el acogimiento familiar. Decidir un acogimiento es seguir apostando a que la familia biológica siga pintando el cuadro. El acogimiento familiar es un cuadro pintado cuanto menos a tres manos (familia biológica, familia acogedora e interventores sociales-Administración). Que el cuadro resultante sea realmente bello es todo un reto que necesita de un mínimo entendimiento.
Para ello disponemos de nuestro cerebro, un órgano que se considera como un prodigio de la evolución. Sin embargo el psicólogo norteamericano Gary Marcus mantiene en su libro «Kluge: la azarosa construcción de la mente humana» (Editorial Ariel) que nuestro cerebro es en realidad un apaño, una chapuza.
Su tesis es que la evolución no se desarrolla en función de un objetivo futuro sino simplemente por un proceso (selección natural) de adaptación al presente. Y cada parte del cerebro se ha desarrollado sobre la base de la anterior en respuesta a exigencias del medio distintas. En realidad Gary Marcus mantiene que el cerebro es un «apaño de apaños» porque la evolución también nos ha dotado de mecanismos, más o menos eficaces, para una integración aceptable de los distintos «cerebros» (superior, inferior… reptiliano, límbico, neocotex… racional, emocional….)
Ser un adulto maduro significa, entre otras cosas, alcanzar un nivel de integración cerebral. Conozco personas con una portentosa inteligencia racional pero con la inteligencia emocional de un mosquito. Y todos sabemos que hay personas que no suelen usar su corteza cerebral y viven al impulso de sus emociones.
Por ello, en todos sus libros, Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson insisten en la idea de que los padres debemos ayudar a nuestros hijos a que aprendan a integrar los distintos niveles de su cerebro.
En definitiva: integrar elementos parece ser el objetivo esencial que se busca tanto en el arte como en las ciencias; tanto en la filogenia del ser humano como en la ontogenia; tanto en lo individual (desarrollo integral) como en lo social (integración social).
¿Por qué debería ser distinto en el acogimiento familiar de menores?
¿El sistema de protección es un sistema bien afinado o un conjunto de apaños?
Siempre he defendido que el acogimiento familiar no es una solución sino un problema con el que intentamos solucionar otro problema. Pero de un problema fácil a un problema endiablado va mucha diferencia.
Por eso igual que recurrí a la expresión «encogimiento familiar» para describir la sensación de exposición y control social que sufren las familias acogedoras, hoy recurro a la expresión «integración familiar de menores» para recordar este gran reto que tenemos por delante.
En unas tierras más que en otras. Lo sé.
Pero yo veo las cosas desde aquí, no desde allí.
Perdón: las familias acogedoras nos movemos.
“Decidir un acogimiento es seguir apostando a que la familia biológica siga pintando el cuadro”
Hola, Javier.
Me quedo con esta frase que he copiado y pegado. Diós te oiga! En mi opinión , si la familia biológica no pinta, no estamos haciendo acogimiento familiar. Estamos haciendo otra cosa que, en ocasiones, supone una fragmentación irresponsable de su itinerario afectivo. Las familias biológicas nos movemos en una ambivalencia en este sentido, en unas tierras más que en otras.
Creo que es fundamental terminar con esta ambivalencia. Acogemos a un niño o acogemos la realidad de ese mismo niño.
Un saludo y gracias po el post.